martes, 29 de septiembre de 2009

La importancia de la Educaciòn sexual.

Educación afectivo-sexual y Educación en los valores, pero
¿Qué Educación afectivo-sexual y en qué valores?

OBJETIVOS DE ESTA COMUNICACIÓN
1.- Reflexionar acerca de la necesidad de la educación Afectivo-Sexual en los centros educativos.
2.- Mostrar un Marco Comprensivo de los diferentes Modelos de educación Afectivo-Sexual existentes, así como entender los Valores que los justifican.
Reflexión - Comprensión - Formación y Acción o Intervención son los cuatro pasos lógicos a seguir si deseamos trabajar por la inclusión de la educación Afectivo-Sexual dentro del Curriculum Escolar.
Deseo comenzar esta comunicación recordando algo que es fundamental a la hora de poder situarnos, como educadores y educadoras que somos, ante la posibilidad de desarrollar una intervención de educación afectivo-sexual en nuestros centros educativos. Y se resume en lo que sigue: es importantísimo reconocer que cada sociedad genera unas maneras de entender la vida, de entender las relaciones entre las personas y, en el caso que nos ocupa, unas maneras concretas y propias de entender tanto la sexualidad como la educación sexual y los valores dominantes asociados a esta dimensión de la persona.
Es importante, desde mi punto de vista, situar también la sexualidad y la educación sexual dentro del contexto más amplio de la vida y de la educación para la vida.
Cada sociedad, así como cada etapa o momento histórico de esa sociedad, va a establecer unas normas y unos valores dominantes, bien de manera explícita y bien de manera implícita, por las que se regirá la población en general y que pretenderán guiar los comportamientos de las personas. Así mismo, dentro de una misma sociedad y especialmente dentro de las que se consideran democráticas, pueden darse de forma conjunta y en convivencia, diferentes modelos de vida que encarnan y plantean diferentes cuadros normativos, con sus valores correspondientes, a la hora de incidir en las formas de vida y comportamientos de la población. Es decir, que en una misma sociedad, como es el caso nuestro en el Estado Español, pueden estar conviviendo diferentes colectivos sociales o diferentes grupos dentro de un mismo colectivo, que defienden y se rigen desde diferentes categorías de valores. Y, a veces, estos mismos valores pueden ser contradictorios entre sí, verse enfrentados y hacer conflicto directo entre los unos y los otros, tanto en cuanto están basados en concepciones de la vida distantes o enfrentadas.
Por eso es fundamental, en el caso de que exista un planteamiento de intervención educativo, sea el que sea, y más en nuestro caso, que estamos reflexionando en torno de la necesidad de la educación afectiva-sexual en los centros educativos, plantearnos qué tipo de valores son los que van a guiar nuestras intervenciones. Según respondamos en un sentido o en otro, nuestra intervención puede tomar derroteros bien diferenciados.
Para no perdernos en nuestro recorrido, voy a hablar de los diferentes MODELOS DE EDUCACIÓN SEXUAL correspondientes a momentos históricos recientes de nuestra propia historia, que nos servirán a la manera de una guía en nuestro repaso comprensivo de los mismos. Es decir, voy a proponeros un recorrido conjunto a lo largo de nuestros últimos cuarenta años de historia, en el contexto del Estado Español y de una manera más amplia, sin olvidarnos de ello, en el marco de la cultura Occidental dentro de la que nos encontramos ubicados/as y que otorgará mayor sentido a esta exposición tanto en cuanto nos sitúa en conexión con otros acontecimientos relevantes que han ocurrido fuera de nuestras fronteras.
Fundamentalmente me referiré a lo que entiendo que son los cuatro modelos fundamentales existentes y co-existentes todavía en la actualidad, aunque en muy diferente grado, por fortuna:
El Modelo Reproductor Estricto, basado en un marco normativo fuertemente PROHIBITIVO
El Modelo Reproductor Progresista, basado en un marco normativo fundamentalmente PREVENTIVO
El Modelo Permisivo-Orgásmico, basado en un marco normativo básicamente PERMISIVO
y, finalmente, el Modelo Humanista *, basado en un marco normativo claramente INTEGRADOR
En el Estado Español podemos partir incluso de una fecha concreta que marca o podría marcar, por decirlo de alguna manera, un antes y un después en relación a la forma general de entender la sexualidad, en relación a dos maneras antagúnicas de conceptualizar la sexualidad humana. Dos formas diferentes de entenderlo, dos conceptos con sus correspondientes marcos normativos y valores asociados sobre los que asentarse y justificarse. Me estoy refiriendo al año de 1975. Una fecha relativamente reciente, de la que apenas nos separan veintiún años de distancia. Un tiempo escaso pero muy lleno de acontecimientos y transformaciones a todos los niveles: político, socio-económico, cultural y ético-personal (este último nivel, como un reflejo del impacto de los anteriores en cada individuo).
El año de 1975 significa una frontera entre dos concepciones de la vida, de las costumbres, de las relaciones interpersonales, de los papeles o roles a asumir por las mujeres y por los hombres, de las formas de entender la sexualidad y, en consecuencia, de entender la educación sexual. También significa la incorporación del Estado Español a un nuevo mundo de valores, más en consonancia con el resto de los paises europeos vecinos.
Anteriormente a 1975 podemos decir que la sexualidad era algo que equivalía fundamentalmente a reproducción. Oficialmente podía definirse, poco más o menos, como "algo que había puesto Dios en el hombre y en la mujer para traer niños al mundo". A este momento histórico le corresponderá el modelo que hemos denominado REPRODUCTOR ESTRICTO, basado en planteamientos fuertemente prohibitivos con respecto a este área de la persona y de la vida. En este momento no se tenían en cuenta las dimensiones placentera y de comunicación que hoy en día van tan ligadas al concepto de sexualidad que manejamos habitualmente, tanto en la calle como a nivel de los/las profesionales de la salud y de la educación.
Todo lo que se saliera del estrecho margen de la práctica concreta de la penetración vaginal (evidentemente heterosexual), en la postura del misionero** y realizada en el marco del matrimonio y con un fin reproductor, era calificado como algo sospechoso, ilícito, desviado o aberrante. prácticas como la masturbación estaban penalizadas a nivel religioso con la carga de la culpa y del pecado, cuando no cargadas con tremendas dosis de angustia por las supuestas consecuencias perniciosas que podía acarrear su práctica para la salud. Los anticonceptivos estaban prohibidos. La homosexualidad y el lesbianismo eran considerados enfermedades mentales. Las relaciones sexuales previas al matrimonio eran tildadas de conductas anormales y, en definitiva, todo lo que rodeaba a la sexualidad soportaba la pesada carga del tabú moral y social. La falta de información clara y objetiva era muy grave, los mitos y creencias erróneas estaban generalizados y el desconcierto personal era muy importante.
Esto que estoy describiendo y que nos puede parecer tan lejano en el tiempo, realmente no lo es, ya que estamos hablando solamente de hace treinta años para atrás en nuestra propia historia. En otras palabras, somos los hijos y los nietos de unas generaciones que vivieron, por no decir que sufrieron, de esta conceptualización de la sexualidad humana. Afortunadamente, hoy en día tan solo quedan restos de esta manera de entender la sexualidad en sectores sociales de carácter integrista religioso. Aunque, y esto hay que decirlo, sus efectos todavía los estamos padeciendo a pesar de las transformaciones tan vertiginosas sucedidas en los últimos treinta años en ésta y otras áreas de la vida.
Llega el año de 1975 y comienzan a ocurrir muchos cambios en todas las facetas de la vida de los/las ciudadanos/as españoles/as. Centrándonos en los aspectos que nos ocupan, podemos enunciar un listado representativo de las transformaciones que se suceden rápidamente: los anticonceptivos se legalizan y surgen los primeros centros de Planificación Familiar. Así mismo se reconocen y legalizan los primeros grupos y asociaciones de gays y lesbianas del Estado. Llega lo que entonces se llamó "la ola de erotismo", es decir, la comercialización de materiales impresos y audiovisuales de contenido erótico y pornográfico dentro de nuestras fronteras (ya no había que salir a Francia para ver películas con calificación "X"). A otros niveles el Movimiento de Liberación de la Mujer toma un fuerte auge y abandera una lucha reivindicativa importante que trastocará la imagen de la mujer y los roles sociales asignados tanto a las mujeres como a los hombres. Políticamente aparecen partidos que recogen todas las orientaciones, proyectos sociales y cosmovisiones ideológicas... etc, etc
¿Y qué pasa con la sexualidad y con la educación sexual que hasta entonces estaban fuertemente encorsetadas?
Es precisamente en este año, en 1975 cuando, en el marco de la OMS (Organización Mundial de la Salud), sucede un acontecimiento importante desde el punto de vista de la conceptualización de la sexualidad y de la educación sexual. Se define en este foro internacional y por primera vez "Salud Sexual" como: "El conjunto de los elementos somáticos, psicológicos y sociales del ser sexual (que somos todas las personas), que conviene cuidar, educar y desarrollar a través de las formas adecuadas, que faciliten su desarrollo integral, autónomo y libre como persona...". Y añade a esto una recomendación a todos los gobiernos del mundo en el sentido de desarrollar actuaciones y programas de información y educación sexual que lo faciliten, en aras de hacerlo realidad.
Por primera vez se comienza a tener en cuenta la sexualidad como una dimensión importante de cada individuo y ligada a la salud. Podemos entender esta fecha como un gran paso que reconoce la dimensión sexual humana en relación a la salud y la calidad de vida. Se valora lo sexual desde un concepto más global y positivo, haciendo ver la necesidad de programas de educación sexual para la población que recojan esto y lo desarrollen adecuadamente.
El modelo de sexualidad que he denominado anteriormente REPRODUCTOR PROGRESISTA, basado en un marco normativo fundamentalmente PREVENTIVO, es consecuencia directa de este nuevo encuadre ideológico y de este momento social.
Denomino a este modelo "reproductor", aunque progresista, porque no cuestiona en lo fundamental el modelo de sexualidad ni el modelo de relaciones sexuales previo centrado en la única práctica sexual reproductora, que es la penetración. Es decir, se sigue considerando que lo "normal" en una relación sexual es lo mismo que se hacía antes aunque ahora se reivindica la utilización de los anticonceptivos como una manera de evitar los embarazos que no se desean y las enfermedades de transmisión sexual. Y es progresista en el sentido de entender y empezar a valorar el placer sexual y el disfrute mutuo como algo importante, dejando a la reproducción, en todo caso, como una opción que debe quedar en manos de la mujer o de la pareja en el momento de la vida que lo deseen. Hay un avance claro, pero sin una labor reflexiva que cuestione las formas previas fundamentales.
Desde mi punto de vista, este es un modelo de transición, paralelo a la evolución social que está sucediendo en estos primeros años de democracia. Y un modelo con un fuerte carácter reactivo en contra de las décadas pasadas, tan represivas en esta faceta humana que es la sexualidad.
Como modelo de transición se ocupó de lo urgente, de lo más urgente por realizar en un contexto social que había sido dominado durante décadas por la coherción y el control sexual de las personas. Y lo más urgente en aquella época era LA PREVENCIÓN. Fue un momento caracterizado, aunque con buenas intenciones, por la confusión. Confusión que lleva a identificar "información sexual", por poner un ejemplo, con la información sobre reproducción humana y anticoncepción. De la mano de los centros de planificación familiar se realizó un importante trabajo preventivo, tanto a nivel de información como de apoyo adecuado a las mujeres y a las parejas, en aras a contribuir a su autonomía y responsabilidad contraceptiva y reproductiva. Se hizo mucho en este sentido, pero sin cuestionar el modelo de relaciones sexuales establecido. En consecuencia, muchas mujeres descubrieron que, con la píldora, no gozaban más o no se acababan de solucionar sus dificultades en el área sexual. Y no entendían por qué.
Liberar a las personas de una reproducción no deseada gracias a la información contraceptiva no significa dotar a las personas de los recursos necesarios para mejorar la calidad de sus relaciones sexuales. Se trata de dos cosas bien distintas, de dos áreas importantes (y relacionadas) de su persona, pero bien diferentes.
El MODELO REPRODUCTOR PROGRESISTA corresponde a un momento histórico donde las necesidades de la población eran muchas y graves y, por decirlo de alguna manera, se intentó solucionar lo más evidente e inmediato. Dotar a las personas de información reproductiva pudo ser, por entonces, un primer paso para llegar a intervenciones de información y educación sexual. O, al menos, así se podía comprender en 1975.
Pero esto no es justificable hoy, en el año 2000, donde todavía hay personas, profesionales de la salud o de la educación que creen estar haciendo información sexual hablando de anatomía genital y de preservativos en los centros educativos. Estas personas, o bien están ancladas en planteamientos obsoletos y por tanto desfasadas profesionalmente, o bien ocultan intereses preventivos haciéndolos pasar por educación sexual. Y esto es engañar. Hoy en día hay centros de salud que incorporan la planificación familiar y todavía se jactan de hacer información sexual cuando en realidad se limitan a informar de contracepción y anatomía y fisiología genital. Arrastrando, por tanto un desfase de entre veinte y treinta años.
De ahí la importancia de acompañar la intervención con la reflexión. No vaya a ser que estemos realizando una cosa y pensemos estar haciendo otra bien distinta. Al modelo reproductor progresista le sigue en el tiempo y en muchos casos en convivencia hasta el momento presente, el modelo que hemos denominado PERMISIVO-ORGÁSMICO, basado en un marco normativo básicamente de tipo permisivo. Este nuevo modelo viene a ser una revisión del anterior, incorporando elementos de análisis ideológico más en consonancia con los modelos de sexualidad y de información sexual dominantes en la actualidad en muchos de los paises occidentales vecinos.
Como su propio nombre sugiere se trata de un modelo basado en la permisividad con respecto a las diferentes manifestaciones de la sexualidad humana. Se opone a la prohibición de cualquier forma sexual y, en principio, parece admitir la diversidad sexual en las personas, tanto a nivel de orietación del deseo, como de opciones en las formas de relación interpersonal, como en las prácticas sexuales y preferencias individuales al respecto. Antes todo estaba prohibido y ahora todo resulta válido y "todo esta permitido". Se afirma claramente la importancia del placer sexual compartido como un elemento clave, así como la comunicación y el intercambio personal desde valores como el respeto mutuo, la responsabilidad y la libertad.
Consecuencia de este modelo permisivo resultarán unos modelos de intervención en Información Sexual más complejos y completos que los anteriores, ampliando las cuestiones tratadas e incorporando, por fin, contenidos referentes a la dimensión placentera y comunicativa de las personas.
Aparentemente nos encontramos con un modelo acorde a los tiempos modernos y a los valores que se entienden como democráticos, siendo la tolerancia y la aceptación de la diversidad valores-guía incuestionables.
Y digo "aparentemente" puesto que este modelo permisivo-orgásmico oculta, tras una capa de barniz progresista, la justificación más elaborada de nuestro viejo y ya conocido modelo de sexualidad reproductor. Es decir, que defendiendo la importancia de elementos como el placer, la comunicación, el respeto y la tolerancia, sigue apuntalando todavía un modelo de sexualidad centrado en la genitalidad y en la práctica de la penetración. Ahora no lo justifica defendiendo como fin o función primordial la procreación, sino que lo defiende justificándolo con argumentos que presuponen e intentan demostrar que se trata de la práctica sexual que conlleva un mayor placer sexual. Incorpora y defiende el orgasmo como la forma sexual más placentera, deseable, necesaria y en el marco de una penetración vaginal.
Así se refuerza nuevamente el planteamiento de una sexualidad reproductora, tanto en cuanto pretende mostrar la única práctica sexual (heterosexual) que puede llevar a un embarazo como la forma más deseable y placentera existente. Y esto no es cierto, ni desde los datos científicos recogidos de la Anatomía y Fisiología de la sexualidad humana, ni desde los datos científicos recogidos en investigaciones (tanto cuantitativas como cualitativas) acerca de las conductas y preferencias eróticas de las personas.
Por tanto, se trata de un nuevo modelo más perfeccionado que los anteriores pero que sigue estableciendo un marco normativo de tipo vertical, es decir, no respetuoso en tanto presupone lo que es mejor para las personas y decide por éstas cómo deben de ser sus relaciones sexuales y cuáles sus necesidades, estableciendo y diseñando modelos de intervención en el área de la Información y educación Sexual ajenas realmente a dichas necesidades y realidades de la población.
Así tenemos que los modelos Reproductor-Estricto, Reproductor-Progresista y el Permisivo-Orgásmico, se encuadran en lo que hemos denominado marcos normativos de tipo vertical y, por tanto, no respetuosos con la persona:
El modelo Reproductor-Estricto decidía que la sexualidad era una función humana al servicio de la reproducción.
El modelo Reproductor-Progresista mantenía básicamente este punto, pero liberaba el aspecto reproductivo priorizando la contracepción.
El modelo Permisivo-Orgásmico plantea que el fin primordial de la sexualidad humana es el disfrute sexual compartido, pero 10. de las maneras adecuadas que nos ofrece como más placenteras: la penetración con su correspondiente orgasmo. El resto de practicas sexuales son también placenteras pero en un segundo plano, reconocidas como "preliminares" o formas menores de disfrute.
Nos encontramos con un nuevo planteamiento cohercitivo, tanto más peligroso que los anteriores, puesto que no se basa en una negación de la sexualidad sino en una supuesta afirmación de la misma: permite todo, todo está bien y es admisible, pero tanto en cuanto no se ponga en cuestión el modelo propuesto: lo más placentero es la forma reproductora clásica de siempre (la penetración), pero ahora no sólo con el anticonceptivo sino también con el añadido del orgasmo final como premio deseable en una sexualidad realizada y satisfactoria. No es un modelo auténticamente respetuoso con la persona sino que la violenta de nuevo tanto en cuanto pretende decidir qué es lo mejor, más placentero y adecuado. Y esto, hablando de sexualidad humana, sí que es una auténtica aberración.
Muy recientemente han ocurrido dos acontecimientos internacionales significativos que pueden servirnos como introducción al último modelo de educación sexual que os voy a proponer en esta comunicación y al que hemos denominado MODELO HUMANISTA.
En 1975 se había definido en la OMS "Salud Sexual". Hasta 1994, en otro foro mundial, no se comienza a hablar de "SALUD REPRODUCTIVA". Se han tardado veinte años a nivel de especialistas mundiales de la salud en diferenciar conceptualmente la salud sexual de la salud reproductiva. Es decir, la capacidad humana de reproducirse y de tener descendencia con la capacidad humana de sentir placer sexual y corporal con una finalidad lúdica y de disfrute.
Por otro lado, en 1995, en Pekín, durante la Conferencia Internacional de la Mujer, de nuevo se han visto relegados conceptos como "placer sexual" o "derecho al placer sexual de las mujeres", como términos excesivamente conflictivos y dejados de lado en aras a la firma de un manifiesto final común. Por lo visto, el placer sexual sigue siendo considerado algo subversivo, peligroso y molesto, fundamentalmente para los estados que, en general, suelen estar más preocupados con la idea del control de la población. Del control de las personas a través del control de sus sexualidades.
Estos dos hechos apuntados confirman la existencia de grandes dificultades, en muchas ocasiones, para consolidar un concepto de sexualidad humana donde la dimensión placentera y de comunicación tengan un lugar verdaderamente relevante y central. Y, en consecuencia a ello, se desarrollen modelos de educación Sexual realmente respetuosos con esta dimensión humana que es la sexualidad. Este es el MODELO HUMANISTA que a continuación quedará perfilado.
Los tres modelos que hemos analizado con anterioridad han propuesto conceptos normativos cerrados y "verticales", intentando forzar a las personas, aún a costa de las propias personas, hacia formas de comportamiento y de comprensión de la sexualidad agresivas con sus propias experiencias personales. Formas que hemos calificado como reproductoras.
Nos encontramos, según parece, en un momento en que podemos plantear un modelo de sexualidad y de educación Sexual que:
Diferencie definitivamente la capacidad de disfrutar sexualmente de la capacidad de procreación.
Entienda la sexualidad humana, parafraseando a la OMS, como una dimensión básica de todas las personas, importante para la salud, el equilibrio emocional y la realización personal.
Entienda que la sexualidad, como dimensión humana que es, nos acompañará desde el momento de nuestra concepción hasta el de nuestra muerte. Cada periodo evolutivo es importante y se caracterizará por una serie de aspectos concretos que conviene cuidar, tener en cuenta y educar.
Reconozca, en consecuencia, la necesidad de establecer programas educativos, adaptados a las diferentes edades, con el objeto de asegurar una información sexual básica y una educación para la vida que incluya esta dimensión sexual.
Reconozca la aceptación del placer, del propio cuerpo y de la comunicación como elementos centrales en la conceptualización de la sexualidad humana y diseñe los programas de intervención educativa desde estas referencias básicas.
Acepte la sorprendente plasticidad de la sexualidad humana en el sentido de no ofrecer modelos de comportamiento "adecuados", "normales" e "deseables".
En este sentido, diseñe intervenciones educativas desde el profundo respeto a la diversidad entre las personas y con el fin de facilitar su desarrollo integral de manera acorde a las necesidades e intereses reales existentes en los colectivos donde se incida.
Por tanto, la planificación de cada intervención educativa debe tener como referencia las personas concretas sobre las que se va a incidir y no los presupuestos ideológicos de "expertos" que decidan arbitrariamente los objetivos, contenidos y metodologías a desarrollar, lejos del colectivo blanco de la intervención.
Tan solo de esta manera podemos asegurarnos de desarrollar una intervención educativa realmente respetuosa, en el marco del modelo que denominamos HUMANISTA, basado en un planteamiento integrador. Se trata de un modelo de sexualidad y de educación Sexual enmarcado en un planteamiento "horizontal", en el sentido de entender a cada persona única y diferente y adaptar la intervención a las personas y no las personas a la intervención, como hasta el momento ha venido sucediendo.
Un planteamiento integrador presupone que los educadores y educadoras que vayan a incorporar la educación sexual se hayan formado adecuadamente para adquirir los recursos necesarios para su puesta en práctica. Así como para facilitar la incorporación de las actitudes adecuadas para realizar tal intervención. En otras palabras, que este concepto respetuoso de sexualidad se haya, previamente, integrado dentro de cada educador/a que pretenda transmitirlo.
Resumido y comentado por Luis Miguel Zárate Aliaga

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